jueves, 28 de julio de 2011

Día ciento noventidós: El Puente Oriental

El Puente de Oriente, con una extensión de 18 kilómetros, conecta dos islas en Dinamarca que estarían completamente incomunicadas entre ellas si no fuese por esta maravilla de la construcción moderna. Tardó siete años en construirse y hoy cuenta con cuatro carriles y una vía de tren para transportar mercancías entre ambos lados.

Pasando por debajo -sí, por mar-, me entró de repente un sentimiento indescriptible de estar infinitamente asombrada y conmovida por tal estructura que si la vemos de manera simplista, se remite a concreto, asfalto y vigas de acero, pero al fin y al cabo una gran creación humana. Y quizás por eso mismo es más maravillosa, porque surgió de la mente de algún ser humano. Sin embargo, mi estado de encontrarme completamente maravillada y con una sensación de jamás haber estado ante algo tan impresionante y a la vez tan monstruo, de repente se tornó en una melancolía terrible pero explicable.

Me acordé de cómo había escuchado tantas veces los cuentos de los viequenses que se quedaban sin gasolina, que tenían que esperar a que vinieran las malditas lanchas con abastecimientos para poder sobrevivir en esa olvidada isla. No pude evitar recordar las decenas de veces que esperando en alguna oficina de médico en Fajardo, algún residente de la Isla Nena se quejaba de que el doctor no llegaba y que se tenía que ir temprano porque si no, perdía la lancha. Me vinieron a la mente las historias de cómo para ir de Vieques a Culebra o viceversa, tenían que primero llegar a Fajardo. Pero sobretodo, me acordé de cómo decenas de estas personas todos los días iban a trabajar, a estudiar, a tratarse alguna enfermedad en la “Isla Grande” y tenían que madrugar para montarse en esa lancha de las cinco de la mañana que apestaba a vómito.

A medida que se acerca mi regreso a Puerto Rico, sigo conociendo cosas maravillosas y no puedo evitar sentir cierta envidia de esta gente. Se me ocurren miles de explicaciones panfleteras, económicas, sociales a estos fenómenos de la vida europea y también a los de la vida caribeña. Pero lo que todavía no entiendo es cómo en pleno Siglo XXI, unos puedan y otros no. Cómo, mientras unos pueden cruzar de una isla a otra en menos de media hora, todavía en esa pequeña isla que todavía no ha recuperado sus tierras, la gente no tenga medios dignos de transportación. Ni de salud. Ni de educación.

martes, 26 de julio de 2011

Día ciento ochentinueve: ¿Rusia?

I.

Hay un episodio de los Simpsons en el que en una asamblea en las Naciones Unidas, la delegación rusa de repente se revela como la delegación de la URSS y las calles se transforman en escenarios de desfiles militares soviéticos. La risa macabra del delegado de la Unión Soviética pareciera decirnos “nunca nos fuimos y ahora dominaremos el mundo!”. Por supuesto, para el espectador (o al menos para los que tenemos un sentido del humor un poco rojo), toda la escena causa un arranque de risa, pero al fin y al cabo se acaba el episodio y nos acostamos a dormir.

Caminar por San Petesburgo, antiguo Leningrado, en el 2011 es una experiencia (por no tener una mejor palabra y tener que recurrir a un cliché) surreal. Los edificios sin pintura en donde viven cientas de personas hoy están cubiertos de graffitis y anuncios de Heineken que instan a la población a “Open your world”. En las calles, se anuncia un concierto de Elton John y otro de Avril Lavigne y suenan las sirenas de una patrulla de policías que parece de los años 70 o sacado de algún episodio del Inspector Gadget. Frente a un club de “caballeros”, un pasquín gigante de muchachas en bikini en algun lugar que pareciera ser Egipto, a juzgar por las pirámides en el fondo. Abrazando a las chicas, en pose gángster: Lenin, no pasándola para nada mal.

Cuando pensaba en esta ciudad antes de venir para acá, quizás por ignorancia, me imaginaba que sería un poco como Berlín: algunos recuerdos de la era soviética dignos de un museo, pero una ciudad muy cosmopolita. Me equivoqué. Unas cuantas calles, incluyendo en la que vive Putin, tienen flores. El resto de la ciudad es incolora, o más bien gris y crema, exceptuando los monumentos impresionantemente hermosos de la era de los zares.

No pude evitar sentir, aún dentro del calor que hacía en una guagua sin aire acondicionado, que me encontraba en una ciudad fría. No sé cómo será para la gente que vive aquí: en el hospital donde nacen todos los bebés en San Petesburgo, sobre la puerta hay cuatro siglas sobre una estrella roja. Al otro lado de la calle, en la Universidad, sobre la puerta principal, la cara de Vladimir. Sin las muchachas en bikini.

II.

Tomar el metro en San Petesburgo es una experiencia interesante. En medio de una ajetreada zona metropolitana y al lado de el mercado de campesinos que vienen desde los antiguos países satélites a vender sus productos, se encuentra la estación de Vladimirskaya en la cual para subirte al tren, tienes que comprar un “token” de bronce. La estación contrasta grandemente con la mayoría de la ciudad: trescientos pies bajo tierra, está toda construída en mármol y decorada con gigantes estrellas de bronce y grandes lámparas cuelgan desde los techos.

A la salida por mar desde San Petesburgo, en dirección a las aguas finlandesas, hay una isla de unos diez kilómetros que hasta 1996 no podía ser visitada sin la invitación de alguno de sus habitantes. Hasta ese año sirvió de base naval. Sin embargo, todavía cuando pasas por allí, hay restos de las grandes fortificaciones que construyó Pedro el Grande para evitar que los enemigos de los países bálticos tomaran la nueva capital rusa. Todavía cuando pasas por allí, hay grandes buques militares activos y uno que otro submarino acompañándolos. No pude evitar pensar en aquel delegado ruso de los Simpsons.

viernes, 15 de julio de 2011

Día ciento setentiocho: El almendro

A Arara

Esta mañana visité el Museo Van Gogh en Amsterdam. En una de sus salas, se exhibe la etapa influenciada por el arte japonesa. Hay un cuadro titulado "Almendro en flor", que usualmente pongo como foto de perfil en Facebook en esos momentos turbulentos cuando necesito escaparme un ratito.

En la exhibición, la explicación que se da sobre la obra es la siguiente: en medio de la vida turbulenta de Vincent, un día recibe la noticia de que su hermano Theo ha tenido un hijo. El primer impulso del pintor fue buscar el canvas y pintar el almendro florecido, como reafirmación de que dentro de todo el tormento, siempre florecía la vida. Siempre florecía la esperanza.

martes, 12 de julio de 2011

Día ciento setenticinco: El muro

A Miguelito.


...sobre el rencor de clase floreció el amor,
ayer Lenin y Sza Sza Gabor se casaban en New York.


-El Muro de Berlín, de Joaquín Sabina


En la parte este de Berlín, aún sigue en pie una gran parte del muro que fue derribado casi totalmente en 1989. Debido a la censura del bando de la URSS, este lado estaba completamente en blanco, y cuando se derribó el muro aquel noviembre, un lado (el de Alemania Occidental) estaba lleno de graffitis, mientras que el otro estaba absolutamente vacío.


Con la apertura, se le encomendó a varios artistas a hacer murales en la cara hacia Alemania del Este, y éstos se mantienen hasta el día de hoy. Cada mural es un memorial a las víctimas de la división de Berlín, un llamado a la unificación, a la paz, a la tolerancia... 


Cuando mi hermano y yo terminamos de recorrer esta parte, conocida como el "East Side Gallery", decidimos regresar por el otro lado del muro, que queda cara al río. Sin embargo, luego de caminar varios metros, no pudimos pasar. En medio del final del muro y su comienzo, se había instalado un restaurante que impedía que aquellos que no consumían en el carísimo local pudiesen continuar a orillas del río hacia la estación del metro. 

domingo, 3 de julio de 2011

Día ciento sesentiséis: Adiós

A Mili y Che

Mañana me voy de lo que ha sido mi casa por los últimos seis meses. De lo que ha sido mi taller de portugués, de lucha, de independencia personal. Es difícil decirle adiós a un sitio en donde has aprendido tanto sobre el mundo, pero más difícil es decirle adiós a un sitio donde has aprendido mucho sobre ti. 


Hoy mientras me despedía de las calles que he pisado todos los días corriendo porque voy tarde a clase, me senté a escuchar música con mi familia. Repentinamente, me dio un sentimiento de soledad increíble, de una tristeza absoluta... pero a la misma vez una necesidad súbita de estar completamente sola. Me levanté del piso llorando y corrí hacia la Catedral, llorando. No sabía qué hacer, estaba sobrecogida por la ansiedad de la inminente partida. Me dirigí hacia la acampada, que levantaban hoy, para despedirme de los compañeros y las compañeras que por más de un mes estuvieron allí. En cuanto llegué allí, me contuve bastante bien, pude despedirme sin soltar lágrima alguna. Sin embargo, no sé aún si fue porque se me pasó el sentimiento horrible del principio, o porque se hizo más intenso. Despedirme de Compostela es difícil, pero despedirme de su gente es peor.


Han sido seis meses intensos, llenos de recuerdos gratos, pero también de muchos momentos difíciles. No pretendo que esto se convierta en uno de esos horrorosos discursos de despedida como en mi graduación de cuarto año de escuela superior, pero si ha habido algún momento definitivo en mi no tan larga vida, han sido estos seis meses. Más, inclusive, que la huelga de la UPR. Son dos situaciones absolutamente distintas, y en ambas he tenido (hemos tenido) que crecer a la fuerza. Pero si algo he podido aprender ha sido a amar la soledad, a regodearme en ella, a darme cuenta de que a veces cuando más sola uno está, es cuando más acompañada se siente. 


Mañana emprendo en un viaje por Europa con mi hermano, seguiré conociendo este mundo que a veces no nos damos cuenta, por estar sumergidas y sumergidos en el nuestro, existe y consiste de miles -de millones- de realidades. Espero, si me lo permiten, seguir contándoles de las pequeñas aventuras y momentos que hacen de esta etapa una tan importante. El veintinueve de julio ya estaré en Puerto Rico, luego de ciento ochentinueve días fuera de allí. Regresaré, estoy segura, convencida de muchas cosas de las cuales ya creía, y con visiones nuevas de muchas otras que creía conocer. Ya tengo mi mochila lista.



jueves, 30 de junio de 2011

Día ciento sesentitrés: En mi Viejo San Juan

Como parte de mis múltiples despedidas y preparativos para comenzar el regreso a casa, ayer quedé en encontrarme con algunos compas compostelanos. La cita: comprar empanada gallega y sentarnos frente a la Catedral a intentar resolver los problemas políticos mundiales. Buscamos una sombrita, y eso hicimos. Resolvimos desde la situación actual de la crisis europea, hasta los dolores de cabeza que causan los artículos de Sánchez Dragó.

De repente, escucho los primeros acordes de "En mi Viejo San Juan". En son de broma le comento a mi amiga: "Estoy tan estresada con esto de hacer maletas, que ya escucho música puertorriqueña en mi cabeza." Pero no, me dijo ella, no estaba en mi cabeza. El sonido salía de la calle de abajo.

Agarramos nuestros bolsos y empanadas, y salimos corriendo buscando de dónde salía. Dos tunos "universitarios" de casi cincuenta años estaban sentados en el Bar Raxoi tomando cantidades increíbles de alcohol a las cinco de la tarde y cantando. Uno tenía en su mano una guitarra que había cogido aparentemente varios cantazos a juzgar por el duct-tape que la rodeaba, y el otro aportaba únicamente su mandolina, que detenía cada tres segundos para beber de su gran jarro de Estrella Galicia.

Cuando llegamos, aplaudimos. Nos preguntaron nuestros nombres y de dónde éramos. "Puerto Rico", dije. De nuevo tocaron "En mi Viejo San Juan". El tipo de la guitarra había estado hace diez años en la isla y en su capa llevaba un bordado con nuestra bandera. "Allí me quiero retirar yo, para pasar todas las tardes en la playa cantando a Ismael Rivera", y continuó con "El Nazareno". Dicho sea de paso, "El Nazareno" acompañado por una mandolina... se podrán imaginar.

El mesero de la barra, quien resultó ser de Punta Cana, se reía y se reía, y nos comentaba que esos dos siempre estaban allí. El repertorio de música boricua que incluyó una imitación muy gallega de Cheo Feliciano y de Marvin Santiago "a lo celta", de repente se vio interrumpido por la llegada de cuatro turistas rusos. La respuesta de los tunos: tocar "Hasta Siempre Comandante", de Carlos Puebla. En ese mismo momento, llegaron varios compañeros independentistas de acá de Galiza y comenzaron a cantarla con nosotros... ya eran las nueve de la noche y no nos habíamos dado cuenta.

Al salir, ya íbamos tarde para la Asamblea de la Acampada, pero la habíamos pasado tan bien que no nos importó mucho. Como me dijo mi amiga cuando nos despedimos: "esta tarde sólo hubiese podido ser más bizarra si entraba un tigre con una gaita a la barra".

sábado, 11 de junio de 2011

Día ciento cuarenticuatro: Impotencia

Los primeros días que estaba acá, veía las noticias de la huelga de la UPR y me sentía terrible. Si era difícil ver cómo arrestaban a tus hermanos, a tus compas, cuando estabas al lado de ellos en el momento en que sucedió, más difícil fue vivirlo en la distancia con el horroroso sentimiento de no poder hacer absolutamente nada. No es como si en Puerto Rico se hubiese podido hacer mucho más, pero al menos tenía la sensación reconfortante de cantar con rabia a través del megáfono. Aquí acusaban a mis compas de cargos graves y yo tenía que salir a la calle y ver a la gente funcionar normalmente. Era un sentimiento parecido a ir a Plaza las Américas durante la huelga: sorprenderte de que había gente viviendo de una manera absolutamente cotidiana. Gente que podía sentarse en la sala de un cine a ver una película sin recibir diez mensajes de texto paranoicos o convocando a reuniones. Gente que compraba comida en La Terraza sin sentirse culpable porque en los portones no había ni galletas Export Soda


Hoy reviví esa terrible sensación, pero en mi propia casa. Me levanté por la mañana, me serví mi cereal Eroski y me senté a revisar mis apuntes para un examen. Entré al internet a enterarme qué había pasado durante la noche en Puerto Rico, pero me quedé local. La policía nacional apaleaba a la gente en Madrid. Los manifestantes se sentaban en el piso y los sacaban a patadas. Yo, sentada, observando la pantalla sintiéndome absolutamente furiosa, impotente y horrorizada (porque por alguna razón, uno puede vivir estas cosas mil veces y le siguen doliendo como la primera). Mi compañera de cuarto pasándose plancha, pintándose las uñas y cantando Don Omar. 

Sentí un coraje gigantezco. ¿Cómo puede estar concentrándose en nimiedades cuando ocurren estas cosas en su propio país? ¿Cómo alguien que lleva aquí cinco meses llora de rabia al ver esto y ella está preparándose para salir a almorzar con sus amigas? De repente, esa rabia se convirtió en sentimiento de culpa. Yo no había hecho absolutamente nada desde que estaba aquí para explicarle lo que ocurría. 

Me levantaba para ir a Asambleas, para repartir algún que otro boletín, para debatir ferozmente con otras organizaciones políticas, pero llegaba a casa y no lo mencionaba una sola vez. Todos los días convenzo gente en la calle a que la tome, a que se apropie de ella, y yo no he sido capaz de hacerlo en mi propia casa.

martes, 31 de mayo de 2011

Día ciento trentitrés: Mi amigo

A Hagrid

Llevo días queriendo escribir esta historia, pero entre exámenes y seminarios no había tenido tiempo. Además, por alguna razón, no había podido organizar mis ideas de una manera lo suficientemente coherente como para contar algo que no necesariamente fue un suceso, sino más bien un sentimiento.

En el campamento hay un muchacho con el que entablé amistad porque sentía curiosidad por la situación política de Puerto Rico. Un día a la hora del almuerzo, nos sentamos a hablar de las semejanzas entre Galicia y Puerto Rico y llegamos al tema del Gasoducto. "No permitan que lo construyan, aquí en Galicia unos pocos intentamos resistir, pero no pudimos y ahora estamos cruzados de lado a lado por tubos de gas. Han acabado con todo, con nuestra ganadería y nuestros ríos.."

En otra ocasión, el  próximo alcalde de Compostela anunció el posible desalojo de la acampada. Mi amigo incrédulo, me dijo: "Desde que está el campamento, no he usado cocaína y hasta he disminuído las dósis de metadona. Esto me ha dado algo para vivir. Si esto se acaba, no sé qué hacer." Mi única reacción fue abrazarlo.

¿Qué se le puede decir a alguien así cuando todavía una no supera aquel día que nos tumbaron casi forzosamente nuestro campamento en Humanidades?

viernes, 20 de mayo de 2011

Día ciento veintidos: Bailando en Obradoiro (o la Democracia Real)

A los y las estudiantes de la Universidad de Puerto Rico, quienes hace un año también exigían democracia y justicia.

Mientras en Puerto Rico se pasaban las últimas horas del día antes del Rapto, en Santiago de Compostela dos mil personas hacíamos un conteo hasta las 12 de la medianoche, hora en que la acampada se volvería oficialmente ilegal. Recibimos la llegada del fin de la legalidad cantando Nino Bravo abrazados los unos a los otros y gritándole al cielo, ese del cual bajarían los ángeles justicieros, que queríamos saber al fin lo que es la libertad. Del Nino pasamos a Serrat, del Serrat al Silvio y finalizó la hora de tensión con casi dos mil personas cantando Pedro Navaja, flamenco version.

El aire tenso se fue disipando, ya era más evidente nuestra sospecha: no habrá desalojo. La Praza do Obradoiro se llenó de repente de matress, sleeping bags y cartones, y todo el mundo dejó sus cosas tiradas para bailar. Llegaron los gaiteiros, las panderetas, los tambores y los acordeones. Bailamos todos juntos. De ser una manifestación, se convirtió en una fiesta de pueblo. Un deambulante tomó el micrófono y comenzó a cantar Sólo le pido a Dios, la gente se abrazó a él y lo seguían en su muy improvisada letra.

 Bailamos todos, bailamos todo. No nos conocíamos y bailábamos juntos. Se me acercaban y me preguntaban si yo era la puertorriqueña. Me abrazaban. Los abrazaba. No habíamos logrado nada, pero estábamos convencidos de una cosa: esta noche, éramos más. Éramos más fuertes. Llegaban noticias de Madrid, de Canarias, de Donosti, de Oviedo... No estábamos con ellos pero estábamos en lo mismo. Y la única y mejor forma en que podíamos expresar nuestra euforia y nuestra alegría, fue bailando.

Quizás, y comparto la crítica, este movimiento esté muy apolitizado. Quizás, aunque espero no sea así, después del domingo no pase nada. Pero quizás, y probablemente esta es la euforia y el cansancio hablando, todo esto ya ha valido la pena aunque sea porque por una noche fuimos más humanos, más hermanos... y nos temieron por ello.

martes, 17 de mayo de 2011

Día ciento dieciocho: El regreso de las dunas y ser ilegal en España

Luego de visitar las impresionantes dunas del Sáhara y pisar el terminal de Ryanair en el aeropuerto de Barajas, aún estaba comenzando mi viaje de regreso a Galicia: todavía restaban las ocho horas de viaje en tren a las que ya me he acostumbrado y francamente, de las que me he enamorado. Sin embargo, en el momento en el que llegué a la estación de Chamartín donde tomo el Talgo de camino a "casa", supe que este viaje sería diferente.

Me senté a esperar que las pantallas gigantes del vestíbulo anunciaran de qué vía partiría el tren y lo vi: acompañado por su corillo de alcahuetes y dos guardias privados, estaba Pepe Blanco, Ministro de Fomento y Vicesecretario General del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Muy rápidamente se lo llevaron a los andenes... la realidad del asunto es que no sé si iba en el mismo que yo, porque igual si así fuese el caso, no iría en clase turista.

Minutos después, ya montada en el tren, vi a dos muchachos grandes con pinta evidente de encubiertos. "Perseaera", pensé. Pero de repente vi cómo sacaron del vagón anterior mío a un señor asiático. Deduje inmediatamente que seguro el tipo había estado molestando a alguno de los pasajeros y seguí leyendo a la Luxemburgo... y llegaron.

Muy silenciosamente se acercaron a la muchacha que estaba al lado mío. Yo casi no podía escuchar lo que le decían e hice un gran esfuerzo por enterarme mientras los otros pasajeros continuaban leyendo tranquilamente sus periódicos o mirando por la ventana demasiado fijamente. Muy amablemente, casi con cariño, le pedían su documentación. Le preguntaban hacia dónde iba y a qué. Le hicieron diez preguntas más de las cuales no pude escuchar la mitad, y se fueron a la siguiente fila a hacer lo mismo con una pareja de rumanos. La muchacha dominicana se viró hacia la ventana y comenzó a llorar.

sábado, 7 de mayo de 2011

Día ciento nueve: Cuba y Puerto Rico en tierras de castillos moros

Sintra es un pueblo cerca de Lisboa donde hay unas ruinas impresionantísimas de un castillo para el tiempo en que Portugal era reinado por los moros. Es probablemente uno de esos sitios donde ni se te ocurre la posibilidad de encontrarte a nadie de tu lado del mundo y mucho menos un cubano que cuando te escuche hablar te grite: "Boricua! Coño, chica: Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas!", se acerque y te dé un abrazo.

jueves, 5 de mayo de 2011

Día ciento seis: El anarquismo y Rafael Hernández

Por esas cosas de la vida que luego una no sabe explicar cómo sucedieron, me encontraba en una barra frente a la Facultad de Filosofía con un corillo de anarquistas. Luego de haber cumplido con nuestro deber de hablar de las particularidades políticas tanto de Puerto Rico como de Galiza, ya comenzamos a conversar de cosas más livianas, como si fuésemos amigos de toda la vida. Yo les conté lo mucho que me gustaba la música de la Guerra Civil, y a ellos les parecía muy gracioso que me supiera la letra de canciones de Chicho Sánchez Ferlosio, un cantautor anarco español. A mí me pareció muy gracioso que conocieran todo el repertorio de Víctor Jara.

Seguimos conversando y de repente uno de ellos me interrumpió. Me interrumpió en no me acuerdo qué momento, sólo recuerdo que había dicho la palabra "boricua". Antes de yo poder contestar, ripostó otra: "Pues puertorriqueño..." como si fuera la cosa más normal del mundo. A mí me llamó mucho la atención, porque la realidad del asunto es que no hay ninguna relación léxica, gramatical o lingüística entre la palabra "boricua" y "puertorriqueño"

-Y tú cómo sabes eso?, pregunté.
-Pues porque a Puerto Rico le dicen Borinquen, no? 

Yo, aún sorprendida (créanme, es muy poco lo que se sabe de nuestra isla fuera de ella), le contesté:

-Pues sí, pero cómo lo sabes?
-Pues hombre, porque así le dice Rafael Hernández.
 -Quién es Rafael Hernández? 

Entiéndanme, cuando una anarquista del País Vasco que vive en Santiago de Compostela menciona el nombre "Rafael Hernández", lo menos que una piensa es en la siguiente contestación obvia:

-Pues Rafael Hernández, el que escribió "Sale loco de contento[...]"
 

 

domingo, 1 de mayo de 2011

Día ciento dos: A Internacional en Galego


"Para que nos devolvan o roubado,
para derrubar esta prisión,
batamos no lume sagrado,
ferreiros dun mundo mellor." 



Nos reunimos a las 12:30 en punto en la Praza Roxa unas 400 personas. Banderas rojas, banderas independentistas y consignas en gallego. Marchamos desde allí hasta la parte de atrás de la Catedral, donde tocaron la Internacional... en galego también, por supuesto. Fue emocionante.

De repente, un muchacho se me acerca y me pregunta si puede fotografiar mi camiseta. Luego de pensarlo dos veces, accedí. Mi camiseta decía: "Mujer. Presente y Combatiente." No pude evitar sentir un extraño sentimiento de melancolía... un día como hoy estaría con casi una docena de mujeres con la misma camiseta, con megáfono en mano, y cantando consignas al son de plena.

Vivan os traballadores e as traballadoras. Aqui e em todo o mundo.

sábado, 30 de abril de 2011

Día noventicinco: Segundo día

Siento que me han metido la mano dentro de las tripas, me las han virado al revés, y luego por chiste me las han vuelto a meter.

viernes, 22 de abril de 2011

Día ochentisiete: Rosas y Guernica

Hoy me regalaron rosas por primera vez. Una rosaleda entera. Dicho sea de paso, un jardín llamado "La Rosaleda". No tenía idea a dónde íbamos y de momento me encontré allí entre lluvia fría y flores olorosas, con la manita del Paco en la mía. 

Después de subirnos al teleférico que cruza Casa del Campo, nos dirigimos al Museo de Arte Reina Sofía, donde entre otras piezas, está el Guernica de Picasso. A tres minutos antes de que cerraran el Museo, teníamos que correr para llegar. Era nuestra última oportunidad para verlo, nuestro último día en Madrid. 

Dos minutos. Corrimos pasando de largo las salas de Dalí y otras pinturas del Pablo. Allí estaba, virando la esquina. Gigante, terrible. Sin aire, nos paramos frente a él. Nunca me había conmovido por un cuadro. Estuvimos un minuto en silencio observándolo. Nos botaron de la sala. De la impresión causada por Guernica, no tuvimos ni oportunidad de molestarnos.

domingo, 17 de abril de 2011

Día ochentidós: La Calle Vacía

Ferrol es un pueblo al norte de Galicia, y de donde dicen las malas lenguas (y Wikipedia), nació Francisco Franco. La Semana Santa se vive en Ferrol con un fervor religioso que es verdaderamente impactante y puede conmover al más incrédulo de los ateos. Las cofradías, los encapuchados y los niños en vestiduras que llevan bordadas águilas muy parecidas a la del régimen del Generalísimo, intimidan pero a la vez emocionan a todo aquel o aquella que presencie este acto.

Luego de tomar varias fotos y observar la procesión, me dirigí al área portuaria, casi completamente ocupada por la Marina Española. Usualmente uno se puede acercar a los alrededores, pero recientemente no se puede ya que se encuentra "en operaciones". Sin embargo, frente a la Marina, está la Pescadería, cuya arquitectura modernista (o eso fue lo que me dijeron) contrasta las antiguas y pobres fachadas de Ferrol.

Fue allí, en la calle al lado de la Pescadería, que la vi. Una calle sucia, desorganizada. Pero no fue hasta que me acerqué que comprendí por qué se encontraba así.

Me fijé y había decenas de correas de cuero de imitación de marcas reconocidas abandonadas en el piso, así como varias decenas de mantas con discos piratas, camisas y souvenirs. Parecía como si hubiera pasado una turbonada por el sitio y sólo quedaban las pocas pertenencias de una gente que ya había desaparecido. Al minuto, un escuadrón de limpieza del Ayuntamiento se acercaba y comenzaba a recogerlo todo y tirarlo a la basura.

Más adelante, me encontré con un mural en una pared que leía: "La calle es de todos".

sábado, 2 de abril de 2011

Día sesentaisiete: O tren

O tren que me leva camiña e camiña,
vai votando fume, corre pola via.
O rio va felto un mar de ledicias.
No tren pouco a pouco volto a miña Galicia.

Si poder usar el Tren Urbano siempre me parecía lo más genial y emocionante del mundo, eso fue antes de conocer el sistema de trenes en España. Hace unos meses, tomé el tren desde Madrid hasta Galicia y quedé fascinada con sólo poder tener esa opción... y que tuviese cafetería. Sin embargo, ver Galicia en tren puede ser una de las experiencias más hermosas que se puede tener por estos rincones. 

Andrés do Barro, que sólo podría ser definido como una versión galega de un joven estilo de nueva ola a lo  Chucho Avellanet con cierto aire Serrat, tiene una canción que aún se baila y se canta muy efusivamente los jueves en los bares gallegos izquierdosos que trata sobre tomar el tren para regresar a Galicia. La canción, según me contaran, fue la primera y única en conseguir el puesto número uno en las listas de éxitos en España, aún siendo completamente en gallego y durante la dictadura de Franco. 

Sólo, pienso yo, hay una manera de explicar ese fenómeno: saber lo que es regresar a Compostela después de un largo día en otra ciudad mientras observas las costas, los pueblitos, las montañas a lo lejos, los conejos corriendo al ras de la vía y el verde que sólo he visto en Galicia. 

 

domingo, 20 de marzo de 2011

Día cincuentitrés: El Che comía helado de mangó

A Paco y Kiwi
 
Hay una exposición en el Auditorio de Galicia, de Korda, el fotógrafo que tomó la mítica foto del Che. Hoy que llegó la primavera y el día estaba hermoso para salir y caminar, decidí ir a ver la exposición que llevaba postergando entre una cosa y otra. Con helado en mano, me dirigí con una de las chicas mexicanas a visitar al Che y a Fidel.

Cuando entré al Auditorio, lo primero que vi fue la gigantezca imagen de Ernesto que colgaba desde el techo. Una sonrisa de niña pequeña se dibujó en mi cara y entré con el sentimiento de como quien visita a un primo que no ha visto en muchos años. De hecho, al minuto de estar allí, entró una niña pequeña con su papá: "Mira Papá, ¡es el Che!" En mi cabeza de hija izquierdosa, me pareció hermosa la enana, y comprendí lo grande que puede ser un instante perfecto frente a una cámara.

Ya lista para salir, me tomó por sorpresa la última fotografía: el Che en la Plaza de la Revolución comiendo un helado de mangó. Me enterneció tanto esa imagen tan contrastante con la que siempre se tiene del Che. Ése, el del helado, fue el primo que fui a visitar.

sábado, 19 de marzo de 2011

Día cincuentidós: La luna como misil

Me asomo a la ventana y veo el paisaje: la Catedral de Santiago, imponente, parece estar hoy iluminada por la luna amarilla. Hoy Compostela está particularmente silenciosa. Es como si sobre ella misma hubiese sido víctima del ataque.

Las campanas suenan al cuarto de la hora mientras las tropas se dirigen a Libia.

No puedo dejar de reclamarle a no sé quién que todo esto esté ocurriendo bajo una luna tan hermosa.

viernes, 18 de marzo de 2011

Día cincuentiuno: De la importancia internacional de Marvin Santiago

"Yo me voy pa' Puerto Rico
vendiendo vaso' e colores"


Por esas cuestiones que una nunca logra a entender, se enteró que soy puertorriqueña. Engabanao, con la calvicie activá, me gritó: "¡MARVIN SANTIAGO!" Créanme, yo estaba preparada para recibir cualquier sorpresa en esta vida, excepto que un gallego me gritara el nombre de Marvin y empezara en medio de la calle a cantar "Vasos de Colores".

 Siguió hablándome de Ismael Rivera, de Marvin Santiago, de los trombones del Gran Combo, de Marvin Santiago, de las trompetas de la Sonora Ponceña, de la voz de Héctor Lavoe y de Marvin Santiago. Tuve que repetirle mil veces que Rubén Blades es panameño y que no le decimos "Bléids" sino "Bla-des, en español". Me respondió cantando una muy espangallega versión de "La Perla" de Calle 13 mezclada con "Plástico". Me recordó varias veces que aquella parte de "... del polvo venimos todos" la había sacado de la mismísima Biblia.

Cuando ya me cansé de sus particulares versiones de todo el repertorio de Z-93, estación que conocía por los videos del Día Nacional de la Salsa (que por cierto pensaba era feriado en Puerto Rico), ya estaba cantando a Frankie Ruiz.

martes, 8 de marzo de 2011

Día cuarentaiuno: De batallas de harina

Anoche fui al pueblo de Verín, fronterizo con Portugal, para celebrar el último día de Carnaval. Al llegar a la plaza, nos percatábamos que estaba totalmente cubierta con una capa no muy fina de harina de trigo. A su vez, la gente que bailaba al son de un paso doble, estaba de pies a cabeza empanada. No dudé por un segundo soltar mi bolso, quitarme el abrigo y unirme a la gran batalla campal de harina.

Tomaba puños de harina y se la tiraba al primero que me pasara por el lado, desde echársela dentro de la camisa a algún despistado, hasta llenarle la peluca a alguna borracha sentada en un banco. Me sentía como pez en... bueno, harina. Hacía mucho tiempo que no me reía tanto. Corrí toda la plaza llenándole la cara a todos de harina, mientras los ataques me eran vagamente reciprocados. Sentía que iba ganando. Había llenado a todo Verín de harina... hasta que llegó mi contrincante: un enano vestido de constructor.


Tenía que tener como máximo unos seis años. Llegó con un balde lleno de harina y me lo viró completo en el pelo. Le grité: "¡Mira, piojo!" Su contestación fue reirse a carcajadas y un insulto en gallego que no entendí, excepto por la palabra "carallo". A mí hasta coraje me dio.

Cuando estuve de regreso en Santiago, me enteré de lo que aconteció en la Upi. Comprendí al enano.

domingo, 6 de marzo de 2011

Día treintainueve: "y una habichuelita bien guisá..."

Desde el miércoles, en Compostela ha habido un fenómeno genial: El Carnaval. Mejor dicho en gallego, O Entroido. Las calles se llenan de gente disfrazada con disfraces conseguidos en el Bazaar Chino más cercano (como fue mi caso), o de elaboración compleja (como por ejemplo, un Guardia Civil con un tiro en la cabeza). Las calles principales son iluminadas con bombillitas de colores y en la Plaza do Toural, el Ayuntamiento instala una tarima en la que, si tienen suerte, pueden asistir a un espectáculo de "humor" galego.

Llevaba en el tren del Entroido desde el miércoles y poco a poco veía cómo mi alacena se vacíaba. Ya había llegado a un punto en el que comía sandwich de atún con sandwich de atún, y decidí ir al supermercado Mercadona. Mercadona es el macaracachimba de los supermercados. Tienen desde leche y huevos hasta perfumes. Pero mejor que todo eso: tenían habichuelas colorás. Entusiasmada, las eché en mi canasta y fui a la sección de vegetales: tenían cilatrillo, ajo, cebolla y calabaza. Fui a la sección de las frutas: tenían limón.

Hoy me levanté tempranito para hacer mi magno proyecto: arroz con habichuelas y bacalao empanado. Nunca en mi vida había cocinado habichuelas sin la supervisión de algún adulto o el novio obsesionado con echarle cantidades horrorosas de papas y zanahorias... la verdad, quedaron bestiales. No les miento si les digo que se me aguaron los ojos cuando las probé. Puse el Gran Combo a todo volumen y de repente, se asomó un muchacho peruano al que nunca había visto en la residencia: "¡Huele bien!".

martes, 22 de febrero de 2011

Día treintiuno: Partiré canturreando

Hoy cumplí un mes fuera de Puerto Rico. En algunos momentos siento que ha pasado rapidísimo, pero usualmente, cuando cae la noche, me parece que llevo toda una vida fuera. Les confieso que hoy no fue un día fácil. La expectativa que me creó el saber que hoy se decidiría el futuro de la huelga de estudiantes de la Universidad de Puerto Rico no me dejó disfrutar mi cumplemés en Europa.

Estaba caminando por una de las calles adoquinadas de Santiago, y de repente escuché una guitarra. Saqué unos pocos sentímos y el señor que cantaba me preguntó el usual: "¿De dónde eres?" Al responderle, comenzó:

Sale loco de contento
con su cargamento
Para la ciudad, ¡ay!
Para la ciudad... 


Interrumpió súbitamente y me dijo: "Yo conocí a Tito Rodríguez en Caracas... ¿Conoces a Tito Rodríguez?" Como hija de mi padre y obligadamente aficionada al bolero, respondí afirmativamente.

Cuando ya no me quieras 
no me finjas cariño 
no me tengas piedad,  
compasión, ni temor...

Cuando terminó, le di las gracias, le di par de monedas más y me regresé a la residencia... canturreando.

lunes, 21 de febrero de 2011

Día treinta: Del Valle Inclán era un hijo de puta

La librería Follas Novas tiene tres pisos y queda camino a la Plaza Roja. Todos los días paso por la librería, entro, y no compro ningún libro. Hoy fui con la clara intención de por fin adquirir alguno, y por aquello de acordarme de mis compas queridas, agarré a Gioconda Belli luego de estar un rato tratando de decidirme entre Arturo Pérez Reverte y Mario Vargas Llosa. Ya habrá algún académico que grite que soy una bárbara, pero necesitaba una historia bonita y más cercana a mi realidad que la lluvia compostelana.

Cuando fui a pagar, el dueño de la librería, que estaba hablando con otro viejo gallego en su idioma natal, miró el libro y comenzó a comentarle a su amigo:
-Feminismo. Yo no soy feminista, yo soy mujeriego. Soy un gallego hijo de puta.
-Del Valle Inclán era el hijo de puta más grande que parió Santiago. Es que los grandes hombres son todos hijos de puta, como Maradona.
-Yo soy como el Ramón, no hay mujeres malas. Hay mujeres buenas y otras que están muy buenas. 

Yo, todavía con el dinero en la mano, los miraba con cara de pocos amigos, pero muy por dentro me reía muchísimo. "18 Euros", me dice el dueño de la librería. Cuando me entrega el cambio, su amigo me dice (en gallego, por cierto):
-Tú no eres española. Venezolana?
-Puertorriqueña. 
-Aún mejor.

El dueño de la librería, al ver la movida de su amigo intelectualoide, intervino (esta vez en castellano):
-No le hagas caso, es un gallego hijo de puta. 

jueves, 17 de febrero de 2011

Día veintisiete: Granizo y Plenas

Anoche hizo tanto frío acá en Santiago, que hubo una pequeña granizada. No cayeron pedazos de hielo gigantes, pero sí unos cantitos mezclados con lluvia. Al principio pensé que era nieve y me emocioné mucho, pero luego me di cuenta que se sentían como agujitas sobre mi cabeza. Al cabo de un rato, se podía observar en los carros una laminita de hielo, y las botas (¡Sí! ¡Compré unas botas!) sonaban con un "crrrac, crrrac" cada vez que pisaba.

Con todo y el frío, las niñas y yo salimos a pagar un viaje a Asturias del cual les contaré cuando lo haga. Una vez pago, fuimos a un local casi escondido acá en Santiago. Queda en un callejón tan angosto que se llama "Entremuros". El tipo de la barra, como se enteró que soy puertorriqueña, de momento le pide al otro tipo de la barra (es que yo nunca sé si decirles barténder, barista, o qué) que ponga algo de música.

¡Qué bonita bandera, qué bonita bandera
qué bonita bandera es la bandera puertorriqueña!

¡Más bonita se viera, más bonita se viera
más bonita se viera si los yanquis no la tuvieran!


Por supuesto, pegué un grito de sorpresa, lo que les causó mucha risa a los tipos de la barra. Luego, me gané un gran "¡Viva Puerto Rico libre!" con cierto acento gallego. Fueron correspondidos con un gran "¡y socialista!" con cierto acento boricua.

lunes, 14 de febrero de 2011

Día veinticuatro: Paella de freezer

Fui al Eroski, supermercado vasco de mi preferencia en Galicia, y decidí junto con una de mis amigas mexicanas comprar una paella que viene en bolsa por aquello de no gastar mucho dinero, y porque teníamos un hambre bestial. Por 1.80€ nos llevamos la aparentemente deliciosa dieta mediterránea en bolsa, en cuya ilustración mostraba hasta camaroncitos enteros. ¿Qué tan mala podía ser? Después de todo, decía: LISTO EN SÓLO 8 MINUTOS. Con esa promoción, debía ser toda una delicia.

Agregamos las tres cucharadas de aceite de oliva requeridas al sartén (acá en estos lares, se usa como si fuera agua de la pluma... y cuidao si es más barato), y servimos la llamada paella en él. Pero qué cosa más horrorosa.

Si tenía un solo camarón era mucho, en realidad no tenía ninguno. La compramos porque decía que era de mariscos, pero en realidad era más bien una paella de pitipuá. Y si por lo menos hubiera sabido a arroz con pitipuá, pero no sabía ni a arroz ni a aceite de oliva ni a nada. Sabía exactamente a nada.

Nuestro almuerzo de banquete de San Valentín se convirtió en jartarnos de jamón y Doritos sabor "Tex Mex", que según mi amiga, de "tex" tenía muy poco y de "mex" tenía mucho menos. Menos mal que al menos, el vino es más barato que la Coca Cola, y eso sí... siempre muy decente.

sábado, 12 de febrero de 2011

Día 22: De momias egipcias y puertorriqueñas

La gran noticia del día: renunció. Mubarak? No, De la Torre.

Buscando dónde habría un sitio para celebrar la salida del monumento egipcio (repito, De la Torre), terminé de repente en la Plaza Sol con los egipcios que viven en Madrid celebrando la salida de la momia (en este caso, Mubarak). Hacía tiempo que no observaba gente tan feliz que bailaba llorando. Al ritmo de instrumentos egipcios, cantaban consignas que en ocasiones podían ser en español:

Mubarak, cabrón
Mubarak, adiós!

Que viva la lucha 
del pueblo egipcio!

Entre medio de toda la multitud egipcia y madrileña que coreaba esos estribillos, se oían dos voces que a su vez gritaban:

De la Torre, cabrón
De la Torre, adiós!

Que viva la lucha
de la U-pe-erre!





sábado, 5 de febrero de 2011

Día dieciseis: en bici por Santiago City

En la resi nos prestan bicicletas para que paseemos por Santiago. Son viejas, no les funcionan los frenos y tampoco tienen el palito para apoyarlas (en buen español, el están). Sin embargo, hoy hizo un día tan bonito y tan soleado que salí con dos amigas mexicanas que he hecho acá a correr bici. Sin rumbo, sin saber a dónde íbamos.

Resulta que tomamos un tramito del Camino de Santiago. Muy pequeño, claro. Las cuestas estaban matadoras y las bicicletas en estado de coma. Fuera de la ciudad de Santiago hay una infinidad de paisajes rurales, de casitas que parecen que salieron de "El Señor de los Anillos" (con perdón) y riachuelos que bordean carreteritas de piedra por el cual pasan los peregrinos de camino a Finisterre, donde queman sus ropas cuando culminan el Camino.

Como no fuimos preparadas y no llevamos agua, decidimos virar por la ciudad e irnos a comer unas tapas o algo por el estilo. Llegamos a un restaurante familiar que era atendido por dos viejitos gallegos que no hablaban ni pizca de español. Con lo que entiendo de gallego gracias al portugués, le pedí una ración de entremeses mixtos (un sampler, gente) y quién sabe por qué razón nos trajo tres platos de lomo asado con papas fritas. Aparentemente, no entiendo tanto gallego como creía...

lunes, 31 de enero de 2011

Día once: de cómo ser boricua y guapa me ganó un café

La burocracia, mi gente, es igual en todos lados. Hoy no pude resolver mi matrícula, pero tengo la esperanza de mañana poder hacerlo. Sin embargo, gracias a ésta, pude aprovechar una mañanita soleada en Santiago. Ya casi parezco de aquí, o al menos eso me gustaría pensar, aunque ya en dos ocasiones me han preguntado si soy brasileña. Amablemente les contesto que no en portugués y luego me elogian lo bien que hablo el idioma lusófono, con un leve acento de Lisboa, dicen. Yo, como no soy para nada egocéntrica, pues qué les puedo decir, ¡me encanta!


Cuando ya me di por vencida ante el poder burocrático transatlántico, decidí ir a comer churros y a tomar chocolate. Acá el chocolate no es aguao como el de allá. No. Es espeso y más amargo. Riquísimo. La vaina es que me puse a hablar con el tipo del bar (que, hablando de egocentrismos, me dijo guapa por lo menos 5 veces y yo encantada de la vida). Cuando le dije que era puertorriqueña, sacó un gran saco plateado lleno de café. "¡De Yauco!", gritó. Ya yo había pedido café en otro sitio, pero el tipo estaba tan emocionado que yo también me entusiasmé. Le expliqué dónde era Yauco, cómo los múcaros se comen el café (después de explicarle qué es un múcaro) y que según cuenta el cuento, Juan Pablo II no tomaba otra taza que no fuera boricua. "Deja que te invite", me dijo, "a ver si una puertorriqueña de verdad comprueba que es buen café". En efecto. Olía a un domingo por la mañana en Luquillo.

domingo, 30 de enero de 2011

Día diez: Hell's Angels, un gaitero y café Yaucono

Me levanté tempranito (a las 10 de la mañana) para ir a misa en la Catedral. Paré en un sitio de café porque la pizarra en la ventana decía que tenían café de Puerto Rico y no llegué a misa. Que me perdone Santiago, pero una boricua no puede perder la oportunidad de tomarse una taza de café puertorro cuando hace un frío pelú y extrañas a tu gente.


Cuando llegué a la Catedral, había un grupo de motociclistas... No sé si eran los Hell's Angels auténticos, pero llevaban jackets de cuero que tenían bordada su insignia. Resulta que decidimos coger el mismo tour y yo hice de su intérprete porque no hablaban ni pizca de español. Por supuesto, menos gallego hablaban. Mi primer trabajo de traductora, y fue para un grupo de motoristas calvos y barbudos que tenían aspecto de muy malos amigos. Al final, ni a un chocolate me invitaron. 


Ya saliendo de un tour que tomé por la ciudad de Santiago (descubrí que en realidad es más grande de lo que aparenta ser), me encontré con un gaitero. Nada, acá los gaiteros son muy comunes. Pero éste tocaba Ay Carmela y era más o menos de mi edad, a juzgar por su pantalla en la nariz y medio mohawk. Le eché unas monedas en el sombrero, dejó de tocar la gaita y se puso a conversar conmigo. Resulta que el muy barbudo era un nacionalista gallego... tiene que haber sido una de las conversaciones más interesantes que he tenido en mucho tiempo. Al final, se despidió quitándose el sombrero, dijo el muy común "Ta luego!" y siguió tocando otra melodía, esta mucho más animada.

jueves, 27 de enero de 2011

Día siete: huelguistas y servicio al público

No he podido escribir. En Santiago de Compostela, como en cualquier auténtica ciudad medieval es muy difícil conseguir internet gratis, así que he tenido que optar por venir al locutorio (lo que allá llamamos CyberCafé, pero sin el café).

Hoy en Galicia hay huelga general, lo que significa que varios negocios están cerrados y sólo hay servicios mínimos de transportación y de atención al público. ¡Ah! La atención al público... de nueve de la mañana a dos de la tarde y si no te dio tiempo pues a esperar hasta el lunes porque este viernes es día de fiesta. Todavía no sé de qué.

La Universidad está dispersa por toda la ciudad. Lógicamente con la suerte que tengo, el hospedaje queda justamente al otro extremo de la Facultade de Filoloxía, donde serán mis clases. Les cuento que además de todos estos traumas, cuando llegué no aparecía como estudiante registrada en la USC, pero ya se resolvió. Y como si fuera poco, en Puerto Rico me habían dicho que empezaba clases el 31 de enero, pero resulta que empiezo el 23 de febrero. Ge-nial...

Nada, decidí irme de viaje el tiempo que tengo antes de que comience el año académico y estoy en esos planes. Aunque Santiago es hermoso, no creo que pueda vivir un mes en una ciudad vacía de estudiantes en donde se te congelan los dedos de los pies saliendo de la bañera.

domingo, 23 de enero de 2011

Día dos: piononos en Madrid

Me bajé (o más bien subí) de la estación del Barrio de La Latina, donde vive el mismísimo Joaquín Sabina... al que por cierto, no vi. Bueno, la cosa es que subo de la estación y lo primero que veo es a un viejito repartiendo boletines del Partido Comunista, y detrás a una muchacha vendiendo libros de Rosa Luxemburgo. Con todo y una gran bandera violeta con la cara de Rosita. Conozco a dos o tres que hubieran llorado de la emoción.

Llegamos al Rastro, un mercado dominical en el Barrio, en donde hay cientas y cientas de carpitas vendiendo de todo: desde camisetas hasta cinturones de castidad. Fuera de relajo, estaban vendiendo un auténtico cinturón de castidad.

Luego, El Prado. El Prado, pero express. A las cinco de la tarde la entrada es gratis y tienes hasta las ocho para verlo completo. Así que en menos de tres horas, vi a Goya, al Greco y a dos o tres más y me dio tiempo a comprar postales.

Pero sin duda alguna, lo más que disfruté fue ir a comer tapas en Chueca. El mesero, al enterarse que éramos boricuas, nos ofreció gandinga. Claro, que no había, pero sí nos comimos de postre unos pequeños bizcochitos con caramelo llamados piononos. Aún sigo pensando que prefiero los de los kioskos de Luquillo.

sábado, 22 de enero de 2011

Día uno.

Le prometí a varias personas hacer esto. Nunca he tenido un blog, no sé cómo se supone que escriba: si debe convertirse en mi "Querido Diario" o si debería ser toda una cuestión seria de cómo se supone que el intercambio cambie mi vida, me haga crecer, me haga conocer mundo y todas esas cosas que la gente espera que uno logre cuando una decide irse por un tiempo a tierras lejanas... y frías, por cierto.

Llegué a Madrid y me topé con la sorpresa de que los sábados a las once de la mañana no hay nada abierto para comer, excepto una pequeña barra  en la Calle Barcelona. Allí, me comí la mejor tortilla española (Obviamente, si la tortilla se come en España es española, pero esos son otros temas filosóficos) y unas papas a la brava picantísimas, pero excelentes para superar el frío de 43 grados antes de dirigirme a casa de Lope de Vega en el Barrio de las Letras. Sí, el mismísimo.

El camino a casa de Lope de Vega es impresionante: la calle donde queda la casa/museo está ubicada en la Calle Cervantes, principal rival literario de Lope. Esta calle a cada cierto número de pasos tiene escrito en el piso alguna cita de algún texto importante de la literatura española:
¡Ah! ¿No es verdad, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?


Podrá parecer tonto, pero lo más que me impresionó de la casa del Lope fue ver la habitación del "Capitán Alatriste", el personaje de Reverte. Era una habitación pequeña, en la que el Capián guardaba su capa y su espada, y de vez en cuando jugaba al ajedrez. Por alguna razón no fue hasta ese momento, en el que me encontré mirando la espada del Capitán Contreras (su nombre real), que me di cuenta: estoy en España.