domingo, 20 de marzo de 2011

Día cincuentitrés: El Che comía helado de mangó

A Paco y Kiwi
 
Hay una exposición en el Auditorio de Galicia, de Korda, el fotógrafo que tomó la mítica foto del Che. Hoy que llegó la primavera y el día estaba hermoso para salir y caminar, decidí ir a ver la exposición que llevaba postergando entre una cosa y otra. Con helado en mano, me dirigí con una de las chicas mexicanas a visitar al Che y a Fidel.

Cuando entré al Auditorio, lo primero que vi fue la gigantezca imagen de Ernesto que colgaba desde el techo. Una sonrisa de niña pequeña se dibujó en mi cara y entré con el sentimiento de como quien visita a un primo que no ha visto en muchos años. De hecho, al minuto de estar allí, entró una niña pequeña con su papá: "Mira Papá, ¡es el Che!" En mi cabeza de hija izquierdosa, me pareció hermosa la enana, y comprendí lo grande que puede ser un instante perfecto frente a una cámara.

Ya lista para salir, me tomó por sorpresa la última fotografía: el Che en la Plaza de la Revolución comiendo un helado de mangó. Me enterneció tanto esa imagen tan contrastante con la que siempre se tiene del Che. Ése, el del helado, fue el primo que fui a visitar.

sábado, 19 de marzo de 2011

Día cincuentidós: La luna como misil

Me asomo a la ventana y veo el paisaje: la Catedral de Santiago, imponente, parece estar hoy iluminada por la luna amarilla. Hoy Compostela está particularmente silenciosa. Es como si sobre ella misma hubiese sido víctima del ataque.

Las campanas suenan al cuarto de la hora mientras las tropas se dirigen a Libia.

No puedo dejar de reclamarle a no sé quién que todo esto esté ocurriendo bajo una luna tan hermosa.

viernes, 18 de marzo de 2011

Día cincuentiuno: De la importancia internacional de Marvin Santiago

"Yo me voy pa' Puerto Rico
vendiendo vaso' e colores"


Por esas cuestiones que una nunca logra a entender, se enteró que soy puertorriqueña. Engabanao, con la calvicie activá, me gritó: "¡MARVIN SANTIAGO!" Créanme, yo estaba preparada para recibir cualquier sorpresa en esta vida, excepto que un gallego me gritara el nombre de Marvin y empezara en medio de la calle a cantar "Vasos de Colores".

 Siguió hablándome de Ismael Rivera, de Marvin Santiago, de los trombones del Gran Combo, de Marvin Santiago, de las trompetas de la Sonora Ponceña, de la voz de Héctor Lavoe y de Marvin Santiago. Tuve que repetirle mil veces que Rubén Blades es panameño y que no le decimos "Bléids" sino "Bla-des, en español". Me respondió cantando una muy espangallega versión de "La Perla" de Calle 13 mezclada con "Plástico". Me recordó varias veces que aquella parte de "... del polvo venimos todos" la había sacado de la mismísima Biblia.

Cuando ya me cansé de sus particulares versiones de todo el repertorio de Z-93, estación que conocía por los videos del Día Nacional de la Salsa (que por cierto pensaba era feriado en Puerto Rico), ya estaba cantando a Frankie Ruiz.

martes, 8 de marzo de 2011

Día cuarentaiuno: De batallas de harina

Anoche fui al pueblo de Verín, fronterizo con Portugal, para celebrar el último día de Carnaval. Al llegar a la plaza, nos percatábamos que estaba totalmente cubierta con una capa no muy fina de harina de trigo. A su vez, la gente que bailaba al son de un paso doble, estaba de pies a cabeza empanada. No dudé por un segundo soltar mi bolso, quitarme el abrigo y unirme a la gran batalla campal de harina.

Tomaba puños de harina y se la tiraba al primero que me pasara por el lado, desde echársela dentro de la camisa a algún despistado, hasta llenarle la peluca a alguna borracha sentada en un banco. Me sentía como pez en... bueno, harina. Hacía mucho tiempo que no me reía tanto. Corrí toda la plaza llenándole la cara a todos de harina, mientras los ataques me eran vagamente reciprocados. Sentía que iba ganando. Había llenado a todo Verín de harina... hasta que llegó mi contrincante: un enano vestido de constructor.


Tenía que tener como máximo unos seis años. Llegó con un balde lleno de harina y me lo viró completo en el pelo. Le grité: "¡Mira, piojo!" Su contestación fue reirse a carcajadas y un insulto en gallego que no entendí, excepto por la palabra "carallo". A mí hasta coraje me dio.

Cuando estuve de regreso en Santiago, me enteré de lo que aconteció en la Upi. Comprendí al enano.

domingo, 6 de marzo de 2011

Día treintainueve: "y una habichuelita bien guisá..."

Desde el miércoles, en Compostela ha habido un fenómeno genial: El Carnaval. Mejor dicho en gallego, O Entroido. Las calles se llenan de gente disfrazada con disfraces conseguidos en el Bazaar Chino más cercano (como fue mi caso), o de elaboración compleja (como por ejemplo, un Guardia Civil con un tiro en la cabeza). Las calles principales son iluminadas con bombillitas de colores y en la Plaza do Toural, el Ayuntamiento instala una tarima en la que, si tienen suerte, pueden asistir a un espectáculo de "humor" galego.

Llevaba en el tren del Entroido desde el miércoles y poco a poco veía cómo mi alacena se vacíaba. Ya había llegado a un punto en el que comía sandwich de atún con sandwich de atún, y decidí ir al supermercado Mercadona. Mercadona es el macaracachimba de los supermercados. Tienen desde leche y huevos hasta perfumes. Pero mejor que todo eso: tenían habichuelas colorás. Entusiasmada, las eché en mi canasta y fui a la sección de vegetales: tenían cilatrillo, ajo, cebolla y calabaza. Fui a la sección de las frutas: tenían limón.

Hoy me levanté tempranito para hacer mi magno proyecto: arroz con habichuelas y bacalao empanado. Nunca en mi vida había cocinado habichuelas sin la supervisión de algún adulto o el novio obsesionado con echarle cantidades horrorosas de papas y zanahorias... la verdad, quedaron bestiales. No les miento si les digo que se me aguaron los ojos cuando las probé. Puse el Gran Combo a todo volumen y de repente, se asomó un muchacho peruano al que nunca había visto en la residencia: "¡Huele bien!".