lunes, 31 de enero de 2011

Día once: de cómo ser boricua y guapa me ganó un café

La burocracia, mi gente, es igual en todos lados. Hoy no pude resolver mi matrícula, pero tengo la esperanza de mañana poder hacerlo. Sin embargo, gracias a ésta, pude aprovechar una mañanita soleada en Santiago. Ya casi parezco de aquí, o al menos eso me gustaría pensar, aunque ya en dos ocasiones me han preguntado si soy brasileña. Amablemente les contesto que no en portugués y luego me elogian lo bien que hablo el idioma lusófono, con un leve acento de Lisboa, dicen. Yo, como no soy para nada egocéntrica, pues qué les puedo decir, ¡me encanta!


Cuando ya me di por vencida ante el poder burocrático transatlántico, decidí ir a comer churros y a tomar chocolate. Acá el chocolate no es aguao como el de allá. No. Es espeso y más amargo. Riquísimo. La vaina es que me puse a hablar con el tipo del bar (que, hablando de egocentrismos, me dijo guapa por lo menos 5 veces y yo encantada de la vida). Cuando le dije que era puertorriqueña, sacó un gran saco plateado lleno de café. "¡De Yauco!", gritó. Ya yo había pedido café en otro sitio, pero el tipo estaba tan emocionado que yo también me entusiasmé. Le expliqué dónde era Yauco, cómo los múcaros se comen el café (después de explicarle qué es un múcaro) y que según cuenta el cuento, Juan Pablo II no tomaba otra taza que no fuera boricua. "Deja que te invite", me dijo, "a ver si una puertorriqueña de verdad comprueba que es buen café". En efecto. Olía a un domingo por la mañana en Luquillo.

domingo, 30 de enero de 2011

Día diez: Hell's Angels, un gaitero y café Yaucono

Me levanté tempranito (a las 10 de la mañana) para ir a misa en la Catedral. Paré en un sitio de café porque la pizarra en la ventana decía que tenían café de Puerto Rico y no llegué a misa. Que me perdone Santiago, pero una boricua no puede perder la oportunidad de tomarse una taza de café puertorro cuando hace un frío pelú y extrañas a tu gente.


Cuando llegué a la Catedral, había un grupo de motociclistas... No sé si eran los Hell's Angels auténticos, pero llevaban jackets de cuero que tenían bordada su insignia. Resulta que decidimos coger el mismo tour y yo hice de su intérprete porque no hablaban ni pizca de español. Por supuesto, menos gallego hablaban. Mi primer trabajo de traductora, y fue para un grupo de motoristas calvos y barbudos que tenían aspecto de muy malos amigos. Al final, ni a un chocolate me invitaron. 


Ya saliendo de un tour que tomé por la ciudad de Santiago (descubrí que en realidad es más grande de lo que aparenta ser), me encontré con un gaitero. Nada, acá los gaiteros son muy comunes. Pero éste tocaba Ay Carmela y era más o menos de mi edad, a juzgar por su pantalla en la nariz y medio mohawk. Le eché unas monedas en el sombrero, dejó de tocar la gaita y se puso a conversar conmigo. Resulta que el muy barbudo era un nacionalista gallego... tiene que haber sido una de las conversaciones más interesantes que he tenido en mucho tiempo. Al final, se despidió quitándose el sombrero, dijo el muy común "Ta luego!" y siguió tocando otra melodía, esta mucho más animada.

jueves, 27 de enero de 2011

Día siete: huelguistas y servicio al público

No he podido escribir. En Santiago de Compostela, como en cualquier auténtica ciudad medieval es muy difícil conseguir internet gratis, así que he tenido que optar por venir al locutorio (lo que allá llamamos CyberCafé, pero sin el café).

Hoy en Galicia hay huelga general, lo que significa que varios negocios están cerrados y sólo hay servicios mínimos de transportación y de atención al público. ¡Ah! La atención al público... de nueve de la mañana a dos de la tarde y si no te dio tiempo pues a esperar hasta el lunes porque este viernes es día de fiesta. Todavía no sé de qué.

La Universidad está dispersa por toda la ciudad. Lógicamente con la suerte que tengo, el hospedaje queda justamente al otro extremo de la Facultade de Filoloxía, donde serán mis clases. Les cuento que además de todos estos traumas, cuando llegué no aparecía como estudiante registrada en la USC, pero ya se resolvió. Y como si fuera poco, en Puerto Rico me habían dicho que empezaba clases el 31 de enero, pero resulta que empiezo el 23 de febrero. Ge-nial...

Nada, decidí irme de viaje el tiempo que tengo antes de que comience el año académico y estoy en esos planes. Aunque Santiago es hermoso, no creo que pueda vivir un mes en una ciudad vacía de estudiantes en donde se te congelan los dedos de los pies saliendo de la bañera.

domingo, 23 de enero de 2011

Día dos: piononos en Madrid

Me bajé (o más bien subí) de la estación del Barrio de La Latina, donde vive el mismísimo Joaquín Sabina... al que por cierto, no vi. Bueno, la cosa es que subo de la estación y lo primero que veo es a un viejito repartiendo boletines del Partido Comunista, y detrás a una muchacha vendiendo libros de Rosa Luxemburgo. Con todo y una gran bandera violeta con la cara de Rosita. Conozco a dos o tres que hubieran llorado de la emoción.

Llegamos al Rastro, un mercado dominical en el Barrio, en donde hay cientas y cientas de carpitas vendiendo de todo: desde camisetas hasta cinturones de castidad. Fuera de relajo, estaban vendiendo un auténtico cinturón de castidad.

Luego, El Prado. El Prado, pero express. A las cinco de la tarde la entrada es gratis y tienes hasta las ocho para verlo completo. Así que en menos de tres horas, vi a Goya, al Greco y a dos o tres más y me dio tiempo a comprar postales.

Pero sin duda alguna, lo más que disfruté fue ir a comer tapas en Chueca. El mesero, al enterarse que éramos boricuas, nos ofreció gandinga. Claro, que no había, pero sí nos comimos de postre unos pequeños bizcochitos con caramelo llamados piononos. Aún sigo pensando que prefiero los de los kioskos de Luquillo.

sábado, 22 de enero de 2011

Día uno.

Le prometí a varias personas hacer esto. Nunca he tenido un blog, no sé cómo se supone que escriba: si debe convertirse en mi "Querido Diario" o si debería ser toda una cuestión seria de cómo se supone que el intercambio cambie mi vida, me haga crecer, me haga conocer mundo y todas esas cosas que la gente espera que uno logre cuando una decide irse por un tiempo a tierras lejanas... y frías, por cierto.

Llegué a Madrid y me topé con la sorpresa de que los sábados a las once de la mañana no hay nada abierto para comer, excepto una pequeña barra  en la Calle Barcelona. Allí, me comí la mejor tortilla española (Obviamente, si la tortilla se come en España es española, pero esos son otros temas filosóficos) y unas papas a la brava picantísimas, pero excelentes para superar el frío de 43 grados antes de dirigirme a casa de Lope de Vega en el Barrio de las Letras. Sí, el mismísimo.

El camino a casa de Lope de Vega es impresionante: la calle donde queda la casa/museo está ubicada en la Calle Cervantes, principal rival literario de Lope. Esta calle a cada cierto número de pasos tiene escrito en el piso alguna cita de algún texto importante de la literatura española:
¡Ah! ¿No es verdad, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?


Podrá parecer tonto, pero lo más que me impresionó de la casa del Lope fue ver la habitación del "Capitán Alatriste", el personaje de Reverte. Era una habitación pequeña, en la que el Capián guardaba su capa y su espada, y de vez en cuando jugaba al ajedrez. Por alguna razón no fue hasta ese momento, en el que me encontré mirando la espada del Capitán Contreras (su nombre real), que me di cuenta: estoy en España.