Tomaba puños de harina y se la tiraba al primero que me pasara por el lado, desde echársela dentro de la camisa a algún despistado, hasta llenarle la peluca a alguna borracha sentada en un banco. Me sentía como pez en... bueno, harina. Hacía mucho tiempo que no me reía tanto. Corrí toda la plaza llenándole la cara a todos de harina, mientras los ataques me eran vagamente reciprocados. Sentía que iba ganando. Había llenado a todo Verín de harina... hasta que llegó mi contrincante: un enano vestido de constructor.
![]() |
Tenía que tener como máximo unos seis años. Llegó con un balde lleno de harina y me lo viró completo en el pelo. Le grité: "¡Mira, piojo!" Su contestación fue reirse a carcajadas y un insulto en gallego que no entendí, excepto por la palabra "carallo". A mí hasta coraje me dio.
Cuando estuve de regreso en Santiago, me enteré de lo que aconteció en la Upi. Comprendí al enano.

No hay comentarios:
Publicar un comentario