domingo, 3 de julio de 2011

Día ciento sesentiséis: Adiós

A Mili y Che

Mañana me voy de lo que ha sido mi casa por los últimos seis meses. De lo que ha sido mi taller de portugués, de lucha, de independencia personal. Es difícil decirle adiós a un sitio en donde has aprendido tanto sobre el mundo, pero más difícil es decirle adiós a un sitio donde has aprendido mucho sobre ti. 


Hoy mientras me despedía de las calles que he pisado todos los días corriendo porque voy tarde a clase, me senté a escuchar música con mi familia. Repentinamente, me dio un sentimiento de soledad increíble, de una tristeza absoluta... pero a la misma vez una necesidad súbita de estar completamente sola. Me levanté del piso llorando y corrí hacia la Catedral, llorando. No sabía qué hacer, estaba sobrecogida por la ansiedad de la inminente partida. Me dirigí hacia la acampada, que levantaban hoy, para despedirme de los compañeros y las compañeras que por más de un mes estuvieron allí. En cuanto llegué allí, me contuve bastante bien, pude despedirme sin soltar lágrima alguna. Sin embargo, no sé aún si fue porque se me pasó el sentimiento horrible del principio, o porque se hizo más intenso. Despedirme de Compostela es difícil, pero despedirme de su gente es peor.


Han sido seis meses intensos, llenos de recuerdos gratos, pero también de muchos momentos difíciles. No pretendo que esto se convierta en uno de esos horrorosos discursos de despedida como en mi graduación de cuarto año de escuela superior, pero si ha habido algún momento definitivo en mi no tan larga vida, han sido estos seis meses. Más, inclusive, que la huelga de la UPR. Son dos situaciones absolutamente distintas, y en ambas he tenido (hemos tenido) que crecer a la fuerza. Pero si algo he podido aprender ha sido a amar la soledad, a regodearme en ella, a darme cuenta de que a veces cuando más sola uno está, es cuando más acompañada se siente. 


Mañana emprendo en un viaje por Europa con mi hermano, seguiré conociendo este mundo que a veces no nos damos cuenta, por estar sumergidas y sumergidos en el nuestro, existe y consiste de miles -de millones- de realidades. Espero, si me lo permiten, seguir contándoles de las pequeñas aventuras y momentos que hacen de esta etapa una tan importante. El veintinueve de julio ya estaré en Puerto Rico, luego de ciento ochentinueve días fuera de allí. Regresaré, estoy segura, convencida de muchas cosas de las cuales ya creía, y con visiones nuevas de muchas otras que creía conocer. Ya tengo mi mochila lista.



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