Desde el miércoles, en Compostela ha habido un fenómeno genial: El Carnaval. Mejor dicho en gallego, O Entroido. Las calles se llenan de gente disfrazada con disfraces conseguidos en el Bazaar Chino más cercano (como fue mi caso), o de elaboración compleja (como por ejemplo, un Guardia Civil con un tiro en la cabeza). Las calles principales son iluminadas con bombillitas de colores y en la Plaza do Toural, el Ayuntamiento instala una tarima en la que, si tienen suerte, pueden asistir a un espectáculo de "humor" galego.
Llevaba en el tren del Entroido desde el miércoles y poco a poco veía cómo mi alacena se vacíaba. Ya había llegado a un punto en el que comía sandwich de atún con sandwich de atún, y decidí ir al supermercado Mercadona. Mercadona es el macaracachimba de los supermercados. Tienen desde leche y huevos hasta perfumes. Pero mejor que todo eso: tenían habichuelas colorás. Entusiasmada, las eché en mi canasta y fui a la sección de vegetales: tenían cilatrillo, ajo, cebolla y calabaza. Fui a la sección de las frutas: tenían limón.
Hoy me levanté tempranito para hacer mi magno proyecto: arroz con habichuelas y bacalao empanado. Nunca en mi vida había cocinado habichuelas sin la supervisión de algún adulto o el novio obsesionado con echarle cantidades horrorosas de papas y zanahorias... la verdad, quedaron bestiales. No les miento si les digo que se me aguaron los ojos cuando las probé. Puse el Gran Combo a todo volumen y de repente, se asomó un muchacho peruano al que nunca había visto en la residencia: "¡Huele bien!".

¡Disfrazados con disfraces!
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